sábado, 28 de marzo de 2015

Causas principales en lo que influye la revolución cubana en el arte, la cultura y la política.



Cuba es un país con una tradición cultural muy fuerte y arraigada que se consolida cada día con los aportes de valiosos estudiosos, intérpretes, autores, y su pueblo, en general, eminentemente artístico. Desde el triunfo de la Revolución ha sido una preocupación fundamental del gobierno lograr que todo el pueblo tuviese acceso libre a la cultura, que pudiese beneficiarse de teatros, cines, tener un buen libro entre sus manos a un precio que fuese asequible para todos. Así se potenciarían las capacidades creativas de un pueblo, que como se decía anteriormente, tiene el arte como tronco de su crecimiento como nación.


"Cuando triunfa la Revolución cubana, el primero de enero de 959, hereda toda esa evolución de la cultura cubana y tiene esbozados los principios fundamentales de su política cultual en La Historia me absolverá". Así comenzarán a generarse las condiciones para llevar la cultura cubana a un mayor esplendor y brindar el máximo de posibilidades a la totalidad del pueblo. De esta manera, desde las primeras medidas tomadas al respecto por la Revolución, desapareció la antigua Dirección de Cultura adscrita al Ministerio de Educación y se crea el Consejo Nacional de Cultura, con personalidad propia y se inicia un trabajo decidido por el rescate de nuestras tradiciones y la dignificación del trabajo artístico y literario.


Sobre esta línea de trabajo ven la luz la Escuela Nacional de Arte (ENA), a la que se unirán las escuelas de arte por todo el territorio nacional, con una matrícula gratuita, surge el movimiento de artistas aficionados y la preparación de instructores de arte, con especial intención en los pioneros y los jóvenes, que se encargarían de lleva la cultura a los diferentes rincones de esta Cuba que comenzaba a ve la luz de la instrucción hasta en los más intrincados sitios de su geografía.


De esta manera se crean el Conjunto Nacional de Danza y grupos provinciales, el Consejo Folklórico Nacional y la Escuela Nacional de Ballet, petando mayor atención al Ballet fundado por Alicia Alonso años atrás, junto a su hermano Fernando. Surgen empresas de ediciones musicales. Se crean la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Nacional, entre otras. Se inicia de igual foma un fuerte movimiento de galerías y exposiciones de pinturas y de artes plásticas en general, además el impulsos la vida teatral que ya tenía exponentes importantes.


Cobra auge la impresión de libros y otras publicaciones, siendo El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes la primera obra literaria editada masivamente, con una tirada de 100 000 ejemplares, en 4 tomos, ala que seguirían múltiples títulos que serían puestos a disposición del público a bajos precios, de manera que fuesen asequibles para todos, propiciando el crecimiento cultural y espiritual del pueblo.


Especial importancia dentro de la vida cultural del país tenían la radio y la televisión, con el triunfo de la Revolución se crea el Frente Independiente de Emisoras Libres (FIEL). Luego son nacionalizadas la radio y la televisión y más tarde se creó el Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR), siendo la difusión de la cultura, la educación política e ideológica del pueblo, la información seria y veraz las premisas que han marcado desde entonces el quehacer de esta institución.


La política cultural de la Revolución está contenida en las palabras de Fidel a los intelectuales, pronunciadas en junio de 1961, donde define los derechos de los escritores y artistas revolucionarios; en las conclusiones del Congreso de Educación y Cultura, en 1971; en los preceptos de la Constitución de la República que se refieren a la cultura nacional y muy especialmente en las Tesis y Resoluciones sobre Cultura Artística y Literaria del Primer Congreso del Partido.

martes, 10 de marzo de 2015

El Muralismo Mexicano

Rivera, Orozco y Siqueiros son los tres grandes representantes del Muralismo Mexicano. Comprometidos con el pueblo, formaron parte de la generación postrevolucionaria que traía a flor de piel los ideales nacionalistas, con el arte influyeron en la cultura y reivindicaron principios como la igualdad entre las clases sociales. Todos los cuestionamientos de cómo crear un nuevo Estado y nuevas instituciones serían expresados por este movimiento. Como señala Luz Elena Mainero Castillo, investigadora del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana: “En sus obras, estos tres artistas buscaron glorificar los éxitos de la revolución y la historia precolonial de México. Se les veía como artistas que cumplían una función social, pues en un país donde se leía poco, jugaban un papel importante como educadores y como propagadores de ideas, y su arte era el vehículo perfecto para ello. Esto llevó a que se convirtiera en un arte patrocinado por el gobierno. Nunca antes un movimiento artístico había sido a la vez oficial y revolucionario”.











José Clemente Orozco (1883-1949)

Asiduo a la técnica del fresco, la obra de José Clemente Orozco evoca un carácter expresivo-figurativo. Se puede apreciar la directa influencia del expresionismo europeo, maneja con arrebato la dirección de sus pinceladas para representar movimientos y sensaciones. Los temas principales de su obra son el dolor y sufrimiento de las clases sociales, amargura causada por la indiferencia y la voracidad de políticos y poderosos. Orozco fue un pintor comprometido con las luchas sociales, plasmó un realismo ferozmente impresionante, provisto de una sátira mordaz. Los escenarios se inclinan por elementos abstractos o mecánicos. En algunos de sus murales, los colores no son tan intensos como en el resto de sus contemporáneos. Un elemento recurrente es la aparición de un personaje central, de grandes proporciones, dividiendo la narración del mural. Algunas de sus piezas más representativas son los murales en San Idelfonso (1926), el Hospicio Cabañas (1937-1939) y Bellas Artes (1946).

David Alfaro Siqueiros (1896-1974)

Siqueiros aborda el movimiento de la Revolución Mexicana de 1910, así como la lucha de campesinos y obreros, víctimas de la opresión. Se distingue por el carácter combativo y violento en sus murales. Sus figuras son curvilíneas y mantiene un trazo grueso en el delineado. Una característica en su estilo es el uso abundante de la perspectiva, el espectador puede sentir que el personaje sale del mural y extiende sus manos para alcanzarlo. El artista describe escenas específicas, intensas, con personajes significativos, insistiendo con la repetición de elementos para obtener profundidades. La creatividad en el uso de materiales plásticos en los murales se distingue en Siqueiros, quien afirmaba “en el arte moderno había que utilizar materiales modernos”. La mayoría de sus trabajos fueron elaborados con materiales industriales, como lacas de nitrato de celulosa o Piroxilina, usadas como adelgazantes y fijadores, y utilizó asbestos para texturas, creando empastes gruesos y con carácter. Entres sus obras más representativas se encuentran los murales de la Universidad Nacional Autónoma de México (1952-1956) y el Polyforum Cultural Siqueiros (1971), junto al World Trade Center en la Ciudad de México.



Diego Rivera (1886-1957)

Diego Rivera, llamado monstruo de la naturaleza, se caracteriza por su discurso realista y social. En su obra encontramos una visión reconciliadora con nuestro pasado indígena, así como su interés en la ciencia, la naturaleza, lo femenino y masculino, las revueltas sociales y la pobreza del pueblo. Influido por otras corrientes como el cubismo, el impresionismo, el estilo clásico europeo y el arte prehispánico, Rivera nos abruma con la cantidad de imágenes y minuciosos detalles en su obra. Esta característica nos recuerda el estilo barroco, un rasgo que algunos críticos califican como agorafóbico, es decir, cierto temor a dejar espacios vacíos. Entre su extenso legado, destacan los murales en Escuela Nacional Preparatoria (1922), la Secretaría de Educación Pública (1928), El hombre controlador del universo en Bellas Artes (1934), Palacio Nacional (1935), Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1948), el mural del Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria (1992), y el mosaico de vidrio del Teatro Insurgentes (1953).


El Muralismo Mexicano refrescó el arte, volviéndolo comunicativo y colectivo, influyendo en las masas, iluminando donde había oscuridad e ignorancia. El arte popular y público, invariablemente refleja los problemas y retos de su época, contradicciones donde abreva el espíritu libertario Muralismo Mexicano, uno de los movimientos artísticos más importantes del siglo XX. Los muralistas abrieron las puertas a la expresión libre, valiéndose del magnífico poder del arte.